viernes, 1 de mayo de 2020

DONDE NO QUIERO ESTAR


Cuatro calles y media que recorro en silencio
me conducen a un espacio sin luz.
Conozco sus aristas.
Con los ojos cerrados podría dirigir al visitante,
mostrarle sus tesoros,
incluso la salida de emergencia. 

Podría relatar en tres idiomas
las historias que el guía no te cuenta.
“La leyenda del beso” que se quedó en el aire,
la de aquella palabra que no se pronunció,
la de los sueños
que salieron temprano una mañana 
y no volvieron.                                              

                        Male (Mª del Mar López Vaamonde)
 

 

 

 

VÍBORAS


Se escudan tras sus aires de grandeza
pero acaban reptando. 

Es fácil distinguirlos.
Inútiles de libro casi siempre
y ciegos selectivos,
ignoran el color de la empatía. 

La noche les abruma
porque, a veces, recuerdan,
y no hay conciencia que soporte el peso
de tanto mal, de tanta hipocresía. 

Traidores sin escrúpulos,
bromeando contigo, 
y al minuto siguiente
repartiendo en trocitos tu cabeza.  

Esclavos de sí mismos, sin remedio,
engrasan cada día sus cadenas.

 

Male (Mª del Mar López Vaamonde)

 

TIEMPO DORMIDO


 Se levanta despacio, como puede.
Arrastra sus cadenas por el barro,  
dispone de su tiempo
y regresa a la celda inmaculada
donde se martiriza cada tarde.
 
¿Ha elegido esa vida?
No lo sabe.  

Solamente el pasado le consuela.
Esos recuerdos vagos de colores.
Imágenes de archivo
lejanas, luminosas.
 

Male (María del Mar López Vaamonde)

 

 

 

MIEDO


Hay pájaros que nacen en rincones oscuros.

Les cuesta abrir los ojos y se mueven despacio.

Tropiezan, despistados, contra cualquier esquina

y regresan al nido ignorándolo todo:

el sonido del mar al chocar con las rocas,

el tacto de la nieve, el color del crepúsculo.

 

Pero jamás el miedo ha vencido a la luz.

Se plantearán un día por qué son tan hermosos.

Descubrirán, pasmados, la llamada del viento

y, sin pensarlo, apenas, desplegarán las alas.

 

Male (Mª del Mar López Vaamonde)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ACTO DE FE


Lo intento a cada instante.
Me pinto una sonrisa inmaculada,
termino de peinarme
y me lanzo a la calle con los tacones nuevos
pensando que la vida es un milagro,
que merece la pena.

 Saludo a quien me encuentro
y luego me intereso por sus cosas.
Si lo veo preciso
repito una y mil veces lo de siempre,
“que todo saldrá bien,
no te preocupes”.
 
A veces me dedico a las estrellas.
Intento recordar aquellos tiempos
en que era suficiente contemplarlas,
soñando con amores
de un verano cualquiera.
 
 Desterrar este miedo
y la angustia feroz que lo acompaña.
Olvidar las ausencias
y construir espacios luminosos
para ser habitados.
 
Lo intento a cada instante.
De verdad que lo intento.         

             Male (Mª del Mar López Vaamonde)