Ya no temo al silencio.
Tengo miedo del grito descarnado
que socava conciencias.
Temo no haber cumplido mi palabra,
la que comprometí
cuando la mente trabajaba inquieta
y el entusiasmo lo impregnaba todo.
No volverá esa fuerza.
Ahora esgrimo discursos y poemas
con la misma indecencia,
dejando enmudecer las cicatrices,
convirtiendo los sueños en leyendas,
con la certeza de saberme lejos
porque aún sigo aquí
pero soy otra.
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